viernes, 19 de mayo de 2017

Goodbye Berlin (2016), de Fatih Akin


Las sensaciones más inesperadas se pueden encontrar de las formas más raras.
Sobre todo en la adolescencia, ese erial de certeza, cuando ansiamos lo inmediato y atractivo, sin pararnos a pensar nunca en su verdadero valor.
Dejándonos antes conquistar por una emoción sencilla, que en esa época lo parece todo, que por profundizar en cualquier otra cosa.

Así le sucede a Maik en su instituto, cautivado por su compañera Tatiana, con la simple esperanza de que ella le quiera invitar a su fiesta que anuncia el comienzo de las vacaciones.
Tiene poco tiempo y atención para su nuevo compañero de pupitre Tschick, pues ya desde el principio ha sido juzgado por su aspecto, por sus maneras, y no merece que gaste en él ni un solo minuto de los que dedica a hacer un dibujo de Tatiana, para resaltar que se lo ha currado, que la quiere aún a pesar de que para ella es invisible.
Los días avanzan embargados en ese esfuerzo, entre padres ausentes e intentos por destacar, fructificados en una chula chaqueta con dibujo de dragón que parece su cura contra la invisibilidad. Y entonces llega el verano... con la promesa de ser solo un paréntesis para curar la decepción de no ser invitado.