miércoles, 27 de febrero de 2013

Dando la Nota (2012), de Jason Moore


'Dando la Nota' está a un tris de ser tu comedia estándar sobre chicas tratando de llegar a la cima. 
Solo detallitos aquí y allá, simples detallitos, redondean la cosa muy cerca de lo notable. Y mucha buena música, claro.

El Atlas de las Nubes (2012), de Tom Tykwer, Andy Wachowski y Lana Wachowski


Como en una sinfonía, 'El Atlas de las Nubes' tiene su núcleo en conjunción de diferentes estilos y armonías dentro de un todo.
Son varias historias, pero a la vez solo una, los rostros y situaciones se repiten, y solo se puede inclinar la balanza hacia un lado para conseguir cambiar el destino.
Es del destino, y no de otra cosa, de lo que hablamos: de esas piezas de ajedrez que no se resignan a su papel en el universo, y tratan de encontrar su camino en el gran tablero de diferentes historias de este mundo. Peones hartos de la tiranía de los reyes.
Personas que luchan, son perseguidas, caen, y vuelven a luchar. Por qué luchan, es poco claro, se apunta a las creencias, a la pérdida del hogar... pero en el fondo luchan por su liberación, que puede que no les llegue, pero llegará a otros mañana.
Saben que serán perseguidos, por los de siempre, aquellos siguen creyendo en un orden que ha de ser respetado, aunque sea injusto, pero no les importa, muchas veces el precio a pagar por alcanzar tu propia felicidad es tener un único momento de brillantez que deslumbre y plante la semilla del cambio en otros.
A lo largo de la historia del mundo, existe la posibilidad de la redención: el personaje de Tom Hanks empieza siendo un ávaro despreciable, y acaba siendo un improbable héroe. Eso sí, acosado por sus propios y ajenos fantasmas, el personaje de Hugo Weaving, que pese a no existir permanece como la fuerza de la irracionalidad y el temor que fue antes.
Quizá tenga que ser así, existimos una y otra vez, y como dice el personaje de Susan Sarandon, con cada acto noble o cada crimen dejamos la puerta abierta a nuestra conciencia siguiente. Estamos condenados a repetirnos, obremos mal o bien.
El rostro que apuntamos con una pistola hoy pudo haber sido el de nuestra hija ayer, el rostro del amante que salvaremos mañana.
Es curioso como se descubre que los grandes gestos la mayoría de veces los forjan pequeños, puede que hasta tontos, hechos.
La burda película sobre el cautiverio de un anciano editor sirve para que en Somni, futura diosa de una minoría campesina, tome forma la filosofía que dará inicio a toda su religión y que inspirará a un pastor a entender el valor de la unión y dejar atrás la discriminación.
No son las inútiles manifestaciones contra una planta nuclear las que encuentran eco en el tiempo, sí lo es la simple conversación sobre ella que mantienen dos personas sobre como cambiará las vidas de muchas otras.
Los problemas no son los que habitualmente se piensan y se buscan muchas soluciones, son los que te sorprenden y no puedes evitar sentir que no hay nada que hacer, que será así.
Y sin embargo, sí hay mucho que hacer, únicamente tú logras cambiar poco, pero a lo largo de las décadas se acabarán sumando los esfuerzos de muchos, como un barco con diferentes remeros al que hay que llevar a la costa sano y salvo.
La gracia está en que tú acabarás siendo todos los remeros de alguna manera u otra, sin dejar de tejer el hilo que tuviste que dejar atrás por la muerte.
La muerte, en este universo, no es más que una puerta que se cruza varias veces, no hay que temerla, pues solo a través de su toque somos inmortales de verdad.
El cielo está tranquilo ya.
Así acaban las grandes historias, cuentos extraordinarios de personas aun más extraordinarias, que buscaron la felicidad de otros... y a su manera, ganaron. Pero no es algo que se sepa, es algo que se ve y siente, que resplandece en otras vidas y en el presente si lo sabes ver.
Lo demás, solo es algo que merezca ser contado de los labios de un anciano a la luz de las estrellas, como el cuento clásico de un mundo que parece nunca llegó a existir.

sábado, 23 de febrero de 2013

Spring Breakers (2012), de Harmony Korine


Muchos guardianes de la verdad dirán lo mismo.
"Esto no es una película, la protagonizan cuatro tías en bikini, las del Disney Channel, solo va de fiestas y desfases, bla, bla, bla"... algo de razón tienen, pero quedarse en la visión simplista de 'Spring Breakers' sería un insulto al viaje que propone.
Harmony Korine esta vez no toca ningún mundo marginal y en vez de eso nos mete de lleno en el "spring break", un mundo alejado del nuestro, donde prima la imagen y las sensaciones por encima de todo.
La película tiene un montaje a prueba de empatías. No simpatices con nadie, no tomes partido por nadie... esto, que sería gran desventaja para cualquier otra película, aquí parece la única forma de poder contar esta historia.
El vacío existencial, repetido una y otra vez, envuelto en luces de neón y situaciones excepcionales. Todo lo que cuentan es fiesta pura, y sin embargo el espectador no puede sentirse más triste al respecto. Puede que la banda sonora de Cliff Martínez tenga algo que ver, pero vamos a ser malignos y a pensar que Korine quiere que nos sintamos mal porque no nos han invitado.
Porque esa es otra, pese a lo efímero que es todo, el espectador no puede sino pensar que qué lástima no estar allí. No importa el sin sentido visto desde fuera, el juego consiste en colapsarte lo suficiente los sentidos dentro para evitar pensar en el mundo que casi siempre dejas atrás.
Faith, podría decirse que la protagonista, tiene ese mismo dilema, el conocimiento de un mundo alejado de sus problemas, como una fe que ya ha perdido entre juegos estúpidos.
Necesita perder la cabeza, y el coro griego en forma de sus amigas le exponen la mejor razón para hacerlo: sin reglas, sin excusas, sin límites.
Es irónico que hable con su abuela sobre lo mucho que la gustaría verla allí con ella, todo el mundo sabe que con adultos se acaba la diversión. No veremos ninguno en toda la película, están ausentes, nunca cogen teléfono.
En su propio país de las maravillas, irrumpe el mundo real para recordarlas algo tan mundano como que no hay crimen sin castigo.
Pero no va a perder la Ciudad Esmeralda a sus Dorothys particulares, así que aparece Alien (demostrando que James Franco está como una puta cabra, y a mucha honra), el trovador de sonrisa plateada venido de otro planeta, que habla a sus recién adquiridas gatitas sobre lo mucho que tiene y lo bien que se lo pasa. Si tan bien se lo está pasando, no debería repetírselo una y otra vez a nadie, pero lo hace.
Alien a partir de ahí vive su propio sueño: cuatro mujeres-niña que le ríen todas las gracias y hacen todo lo que diga. Como él mismo dice "mi año de suerte".
Ya todo queda más claro: la diversión no puede existir sin la destrucción.
El "Everytime" de Britney Spears se convierte así en el 'leitmotiv' de toda una generación, que ha llevado tan lejos su ansia por pasarlo bien que solo encuentra el tope en el caos. Todo parece ser un juego (con disfraces incluidos) pero la realidad puede salir a flote del modo más tonto posible.
La pérdida se retrata dura, pero a la vez es tan atrayente el "sueño americano" que no dura mucho la pena. Incluso alejándote del peligro, te sientes mal por haberlo dejado atrás, considerando si podrás vivir sin sus misterios.
Cada uno vivirá "Spring Breakers" a su manera y según sus códigos. Lo único que se puede dejar claro es que se trata de un viaje impresionante, del que vas a acabar volviendo.
La otra alternativa es quedarte como Alien, recorriendo el camino de neón violeta a su aparente felicidad, camino al sueño y sin alcanzarlo nunca.
Un último plano, el único que muestra algo de sentimiento, parece un beso de buenas noches.
El sueño ha terminado.

La Jungla: Un Buen Día para Morir (2013), de John Moore


Desde hace un tiempo, lo que viene siendo el cine de acción "de antes" esta siendo, poco a poco pero sin pausa, apisonado bajo otro tipo de cine de acción con otra sensibilidad.
Se prescinde de dureza y nervio, también de carisma, y lo que tenemos en cartelera son videojuegos multiplataforma en los que un muñecote va superando fases. Pero te dejan sin jugar, que es lo peor de todo.
Hace 6 años, 'La Jungla 4.0', nutrida de todo eso, casi echa a perder una de las sagas de acción más carismáticas de la historia, convirtiéndola en un aseptico entretenimiento carente de sangre, en las venas y en sus escenas.
Seis años después, llega 'La Jungla: Un Buen Día para Morir' y es un animal nuevo, muy satisfactorio por unos frentes y decepcionante (o triste) por otros.
Para empezar, quien quiera ver aquí un retorno a los mejores tiempos pasados, se vaya olvidando.
Volvemos a jugar con la destrucción apocalíptica, y uno se queda preguntando si McLane e hijo han sido contratados como expertos en demolición.
Cada escena de acción sube más las apuestas que la anterior, subiendo de una persecución frenética, al maldito tiro en CAÍDA LIBRE de uno de los edificios más altos de Moscú.
No me meteré en qué narices hace un Bruce Willis de casi 60 años sobreviviendo a esos fregados, porque las escenas son espectaculares, y no me meto a ver 'La Jungla' por el drama shakespeariano que pueda tener.
Porque todo depende de una única cosa: el 'Yipi-ka-yey' bien entonado, que me demuestre que McLane, no importa que pase, es un tío con el que merece la pena ir a muerte. (Respecto a el hijo, pues los amigos de mis amigos... ya me entendeis)
Y afortunadamente, el drama paternofilial funciona. A un nivel muy básico, pero funciona y en sus mejores escenas no decepciona.
Hemos visto a John McLane desde que era un policía solitario y trasnochado, hasta verse al lado de improbables compañeros en sus más recientes trabajos. *MUERTEAJUSTINLONG*
Estar al lado de su hijo no solo cambia su dinámica y crece un poquito como personaje, sino que también le da un compañero curioso por contraste de métodos de acción.
Jai Courtney lo hace bien como Jack McLane, con algunos peligrosos dejes de rebeldía fraternal tan propia de estos personajes, pero que le hagan quedar a él como disciplinado y a su padre como impresentable es un original punto a favor que a la vez define ambos personajes y su relación.
También dicen que el héroe vale lo que vale su villano. Bien, John no es un héroe, pero tiene aquí un buen rival a batir.
Los rusos chiflados con acentazo son los mejores a la hora de dar buenos villanos, pero lo que importa aquí es que tenemos a un señor de buenas maneras que es simplemente un avaricioso de narices y sabe donde tocar las teclas de la sociedad, alguien más en la línea de los Gruber que del insufrible villano cuasi-adolescente de la cuarta.
Que tenga al lado una rusa pibón de armas tomar siempre suma puntos.
Queda un regusto curioso tras esta “Jungla”.
Las escenas de acción y los momentos menos intensos no cuadran, las primeras son persecuciones mastodónticas que muestran el poderío de los efectos CGI y las segundas son más orgánicas y tienen cierto (buen) poso.
La mezcla es a veces rara, pero casi siempre deja buenos resultados (ESE momento del clímax final en el cual McLane se luce en un salto).
Uno se queda con ganas de que reinventen la rueda.
Y aunque no lo hacen, al menos han conseguido un híbrido eficaz a caballo entre dos épocas.

Mamá (2013), de Andrés Muschietti


El amor de madre, algo tan profundo y a la vez desinteresado nunca desaparece.
No hay problema en hacer una película terrorífica de ello, el problema es enfocarla como "una de sustos" y pedir que aguante el ritmo.
Porque se nota que donde 'Mamá' está cómoda es en los momentos más calmados, en los que se percibe una cierta melancolía sobre lo terrible de un cariño cortado antes de tiempo dentro de una atmósfera gótica.
Se presenta una visión desoladora de como la vida puede acabar con algo tan bonito como el amor a una persona, solo por una palabra aquí, una situación allá... y todo acaba, pero el dolor se queda, contaminando ese amor y haciéndolo suyo.
El clímax final y todos los mejores momentos van por esa línea, y por eso conmueven a la vez que dejan un poso extraño, no lo llamaría terror, pero sí inquietud, una sensación de que las cosas pasan, y solo se puede aferrar la vida de cualquier manera para arreglarlas.
Eso te da para un corto fantástico (cosa que el corto original no es), pero en una película hay otros largos y peligrosos 60 minutos que rellenar.
Y el problema llega cuando Muschietti se dedica a meter justificaciones de por qué la "cosa" de la película es quien es, meter mil 'flashbacks' de apoyo ultradetallados y encadenar una investigación semi-policial sobre todo el asunto.
El peor enemigo desde dentro, revelando secretos de un gran misterio al que le convendría más sugerencia y menos explicación.
No es que prefiera pasar más metraje en la casa donde se desarrolla la acción, con sustos facilones de subida de volumen, pero agradecería que el propio director supiera los puntos fuertes de la historia y no se los cargara a cada momento que pasa.
Afortunadamente, contra todo esto llega la solución: Jessica Chastain.
Actriz incombustible, que lo mismo le vale un roto que un descosido, su conflicto de madre primeriza forzada a serlo es de largo la mejor baza que juega la trama terrorífica.
Tenemos a una mujer descontenta con su situación pero obligada por su propio cariño a otra persona (enlace con el tema central del film) que aguantará lo que haga falta con tal de probarse a si misma frente a otros.
Será por casualidad que el terror más escalofriante viene derivado de esa condición suya, cuando se ve acorralada por niños que no puede controlar (momentazo pasillo de madrugada) o por sus propias inseguridades.
Qué suerte tener una actriz con tanta convicción para llevar la película adelante, y que mal que tenga tan poco que llevar.
'Mamá' es el curioso resultado de mezclar en un mismo sitio grandes ideas con un desarrollo muy regulero, que va de momentos muy especiales a inmensas carambolas que hacen a los personajes acabar en un mismo sitio por casualidad.
No es algo perfecto, ni siquiera notable, pero es original construir terror con un sentimiento como el amor puro.

El Lado Bueno de las Cosas (2012), de David O. Russell


Pero que difícil es ser normal en esta mierda de vida.
Uno se esfuerza, cree hacer lo correcto, y antes de que te des cuenta todos te han saltado por encima y te señalan que es culpa tuya el haberte puesto en medio. Y encima no te cabrees, que será peor.
'El Lado Bueno de las Cosas' va sobre muchas cosas, pero principalmente, y eso genera la increíble amplitud de miras de la película, va sobre personas con manías, desequilibradas si se quiere verlo así, que intentan por todos los medios ser lo que les dicen que es "normal".
La única diferencia es que a los dos protagonistas les da igual que no les vean así, y a partir de ahí todo es posible. Puede decirse que la película bascula sobre la comedia romántica (con mala hostia, eso sí), pero también es un drama de personajes, también una historia de superación vital, también una sobre familia rota.
La trama nunca se queda parada, y encadena con asombrosa brillantez momentos de tragedia y de comedia, y la difícil frontera entre ambos. Ya te pueden estar contando una historia sobre una triste zorra manipuladora, que si Bradley pone esa cara, te vas a reír.
"¿Por qué me río ahora?", detallitos como estos, tan próximos a la vida real, no solo se agradecen, sino que aportan calidez a algo que amenaza con ser muy guay a veces.
Es guay porque Bradley Cooper y Jennifer Lawrence son, simple y llanamente, MUY guays. Los dos demostrando muchas cosas, más el primero que la segunda, pero con una química a prueba de bombas y desplantes.
Sus diálogos son la prueba de fuego de la película, y a cada vez el listón está más alto, pues no paran de meter el dedo en la llaga. Para cuando llega el primer inevitable montaje musical de aprendizaje da igual, se les quiere, en sus defectos y virtudes. Han encontrado un punto de apoyo para ser más que la suma de ambos, y lo que hay ahí se ve más que escucharse.
Grandísimo plantel de secundarios también, en serio, ni uno falla.
Podría mencionar a Robert DeNiro y Jackie Weaver, pero sacarle una interpretación cojonuda a Chris Tucker queda entre los logros de David O' Russell.
Por cierto, que ironía mencionar en el título un lado bueno de las cosas que sus personajes no llegan a ver muchas veces.
Esa filosofía vitalista cala hondo en todo el metraje, pese a que todo ande a punto del desastre, y es glorioso cuando al final se le da la vuelta a la tortilla porque la parte buena de su vida que ve el personaje de Cooper no es la que le puede dar una fantasía irracional.
Se veía venir, pero una vez más bravo por como esta tratado el no poder dar vuelta de hoja sobre ciertas cosas.
Al final, sabes otra vez que te la han colado, que te la han vuelto a endiñar con otra historia de dos personas rotas que solo buscan afecto.
Pero que en todo momento me hayan hecho estar a su lado, verles crecer el uno al otro cuando están cerca y que nada suene ni medio forzado... eso es oro puro.

Hitchcock (2012), de Sacha Gervasi


Qué peligro tiene hacer una biografía y no quedarse cerca del simple buen retrato.
Sacha Gervasi evita esto con un extraño cóctel entre la propia vida de Hitch, algo de surrealismo bien entendido, un poco de intertextualidad y mucho buen humor.
Así, la película se divide en dos vertientes diferenciadas que a la vez se alimentan la una a la otra: el rodaje de la famosa 'Psicosis', punto de inflexión para el director, y su relación con la mujer detrás de su fama, Alma Reville.
En el caso del rodaje, es curioso ver el largo proceso de gestación de la película, desde las dudas iniciales hasta la finalización a contrarreloj del mismo. El propio Hitchcock nos deja claro que para él no es es otra más: es la oportunidad de volver a recuperar, solo un poco, la libertad de un cineasta independiente ajeno a las caras superproducciones.
Tras esto, la trastienda de Hitch, su matrimonio con Alma y los múltiples sacrificios que esta hace por él, sin que sea realmente consciente de agradecerselo. Sacrificios que incluyen desde solucionar un día de rodaje hasta dar la cara por él en los momentos más extremos, un desafío que Helen Mirren lleva a cabo fantásticamente.
Estas dos tramas juntas confluyen en un entendimiento más completo de Hitchcock, el título no es por azar.
Se nos muestra a un hombre atípicamente humano, que se escudaba tras su apariencia física y su fama para, de alguna manera, ser parte de una sociedad a la que disgustaba, pero que no podía dejar de mirarle, como sus películas.
El paralelismo que le enfrenta con Ed Gein es probablemente una de las licencias más extrañas en un film biográfico, pero desvela mucho de quien fue Hitchcock, y por qué hacía lo que hacía.
Una mímesis casi perfecta por parte de Anthony Hopkins nos permite verle lejos de la zona de 'confort' de las cámaras, cuando más humano es, en su matrimonio, humorísticamente patético a veces, y en sus triunfos (brutal sinfonía en el cine donde se proyecta 'Psicosis').
Ojo a las INCREÍBLES recreaciones de las personalidades del rodaje, con unos sorpresivos Scarlett Johansson, James D' Arcy y Jessica Biel al frente (particularmente esta última, que sale airosa de un reto bastante complicado).
D' Arcy incluso tiene un momento de lucimiento en el que parece que Perkins ha vuelto de la tumba.
En definitiva, una buena curiosidad, a la que quizás le correspondería mejor un lugar como telefilm o extra de 'Psicosis' pero que tiene el suficiente buen oficio para interesar a fans y no tan fans.

Django Desencadenado (2012), de Quentin Tarantino


Tarantino, una vez más, se divierte en su particular revisión de un género mítico.
Esto no está nada mal, pues si hay algo que sabe hacer él es construir escenas y personajes, pero el problema viene de que acaba la marcianada y la sensación de festival de molonidades con poco que contar se hace evidente.
Esto es doblemente lastimoso porque empieza bien la condenada. Empieza MUY bien.
A una increíblemente buena y constante relectura de las reglas del 'western' -brillante asedio al Saloon- sumale un Christoph Waltz en plena forma recreándose en su faceta de 'señorito alemán' al que de repente Django mete en problemas.
Es en ese clima de "película de colegas" donde se mueve gran parte de la primera parte, y que funciona como un reloj porque (casualidad) está firmemente anclada en dos buenos personajes y en los dos actores que los encarnan extrayendo todo el jugo.
Particularmente, creo que hay una escena que los define, demuestra por qué no son iguales, y por qué a la vez siguen juntos. Maravilloso, en serio.
Pero luego llega el Gran Leo.
Otra cosa que no se debe despreciar, porque consigue llevar hasta los extremos un personaje odioso y repugnante, que se tira la gran parte central de la segunda parte explicándote por qué los negros nunca serán iguales que los blancos.
Aunque el mal a esas alturas está hecho, porque Tarantino sacrifica una mínima solemnidad por el choteo puro y duro.
Comprende que si durante toda una hora y algo ha estado viendo una ligera pero a la vez grave película sobre cazarrecompensas en la que Waltz era primera espada y humorista, que luego pasemos a una película donde disparas a alguien con un revólver que parece bazooka y Samuel L. Jackson es un dibujo animado, me cabree.
Sigue habiendo buenas escenas, pero todo parece apuntar a ver si hacemos de Django un icono del género con tanta musiquita épica y escena de cabalgar al sol. Un icono se construye por su carácter, Quentin, no por las escenas molonas que deja.
El pedazo de anticlímax que se forma al final no tiene parangón: dos, DOS veces tiene que volver Foxx a acabar el trabajo, cual videojuego con fases finales. Y Ennio Morricone sonando que no falte.
Honestamente, me he quedado muy a mitad de este nuevo experimento. La crítica a la esclavitud que esgrime Tarantino en todos lados queda totalmente velada, es mero telón de fondo, a nadie le interesa cuando tienes a un tío explotando en primer plano.
Y apostar puramente por el género no es malo, pero hazlo bien, no traiciones tus propias reglas y me cuentes mil historias que no tienen nada que ver argumentalmente y estilisticamente.
'Django Desencadenado' interesa lo que interesan sus personajes y los actorazos que los interpretan, pero pierde el rumbo al meterlos en la turmix de argumentos (¡no hagas puñeteros homenajes! ¡CUÉNTAME UNA HISTORIA!)
Pero que más da, si al final hay un tiroteo enorme con mucha sangre y mucha gente cercenada, más próximo a los Looney Tunes que a Peckinpah, pero bueno. El público se va a reír igual.

The Master (2012), de Paul Thomas Anderson


No es fácil enfrentarse a 'The Master'.
Al igual que el maestro Lancaster Dodd brillantemente interpretado por Phillip Seymour Hoffman, primero fascina, después hace sospechar y finalmente envenena la fascinación primera.
Es una película que hipnotiza con la imagen y anticipa con el sonido, a la vez que no tiene problemas para exteriorizar sus ideas más profundas, siempre sin mostrar claras sus cartas.
Como si fueras parte de La Causa, tu también creerás que el viaje en el tiempo puede sanar las heridas de una sociedad dañada, pero tambien llegado el momento pensarás que no todo lo que te ha contado el gran padre es cierto.
Una recreación magnífica de los años 50 (y los colores... qué colores) nos pone en situación y nos va ganando la partida con la sabiduría visual de Anderson: no es casual que el primer encuentro de Freddie Quell, protagonista, sea en alta mar, en un barco que parece isla paradisíaca.
Ese es el otro lado de la línea. Freddie Quell.
Un borracho, casi drogadicto, vagabundo sin esperanzas por los horrores de la gran Guerra. Ni el dulce amor de una muchacha le permitirá redirigir su vida.
Pero si una causa por la que luchar, con la que casi tropieza por casualidad, y en la que el gran patrón Lancaster le acogerá como el hijo del que nunca ha tenido admiración.
Las suyas son las primeras palabras amables que recibe tras varios varapalos, la primera vez que alguien le necesita por algo que solo puede hacer él (ese brebaje que parece inventarse cada vez que lo hace).
Nadie le puede reprochar que se sienta querido y aceptado en esa comunidad, y que en sus ansias de encajar se fuerce a ver cosas donde no las hay, como los ojos negros de Amy Adams. Se convertirá, sin querer queriendo, en el brazo vengador de Lancaster.
La relación padre-hijo entre los dos es razón de ser de la película.
Uno, padre con muchos hijos, y otro, hijo sin padre. Su unión parece totalmente designada incluso antes de su encuentro, porque al fin y al cabo, Quell solo es la versión descarriada, con más facilidad para mostrar sus desengaños, de Lancaster.
La sociedad quiere a uno por lo mismo que desprecia a otro, solo que Dodd tiene más supuesta credibilidad porque exige respeto por sus creencias, que en el fondo no sirven para otra cosa que no sea conseguir los mismos objetivos de Freddie (algo que queda patente en el baile de la comunidad).
Al final, padre e hijo se encuentran y se miran a los ojos, sabiendo cada uno que el otro toma un camino donde no se le puede acompañar.
¿No es eso lo que pasa con todos los hijos, que transforman en parodia lo que sus padres hacían?
Después del desengaño, solo queda volver a las primeras creencias, las más simples que se tenían en tiempos de "inocencia" (cualquier tiempo pasado fue mejor).
Solo esas son las únicas que no han sido corrompidas por el hombre y sus ansias de control.