martes, 26 de enero de 2016

La Juventud (2015), de Paolo Sorrentino



Antes de la memoria, solo tenemos el sentimiento.
Una impresión, sincera y sin adulterar, perteneciente a un momento, que atesoramos con la esperanza de volverla a reproducir. El sentimiento se vive, se guarda y, finalmente, se sueña.
Después, ese sentimiento formará parte de nuestra memoria, y uno se pregunta si ese será su destino final, o por el contrario permanece para que lo reconozcamos una segunda vez.

'La Juventud' es un testimonio, una impresión.
Es una colección de vivencias en busca de sentido, también es una serie de cambios a la espera de realizarse. Es todo, y a la vez no deja de ser la nada. Tan pronto se detiene en cada detalle como permite sentir cada pequeño ruido que nos rodea.
Podría ser una serie de personas, no importa jóvenes o viejos, buscando aferrarse al recuerdo de un sentimiento ya olvidado. O quizá un muestrario de seres decadentes, que buscan un final satisfactorio para sus largas historias, imposibles de retener en la memoria.

Los Odiosos Ocho (2015), de Quentin Tarantino


Un crucifijo clavado en la nieve, entre nada y ninguna parte como quién dice, abre el relato.
Parece una especie de advertencia, del tipo "abandonad toda esperanza los que entréis aquí", no parece casualidad que la mirada en la cruz sea lo primero que veamos y lo último que deja atrás un carruaje que avanza pausadamente a su destino.
Aunque el abandonar toda esperanza viene más en el sentido bueno: abandonar toda esperanza de ver el típico relato fronterizo, esta es una obra teatral que no para de romper sus límites poniendo a prueba la capacidad maléfica de sus personajes.