viernes, 8 de abril de 2016

La Invitación (2015) de Karyn Kusama [XIII Muestra Syfy]


Las reuniones de viejos amigos suelen ser incómodas.
Va con su naturaleza, porque sentarse alrededor de una mesa tomando vino y rememorando batallitas puede ser el perfecto pasatiempo, aunque también la perfecta excusa para sacar a la luz viejos fantasmas.
Por eso no es difícil empatizar con Will en esta reunión particular, porque también nosotros nos sentimos desplazados entre sonrisas que parecen falsas y habitaciones que llevan a un pasado cerrado: hay un sentimiento de inquietud, constante y prolongado, en esta fiesta.

'La Invitación' se trata de una historia que vive y muere en sus misterios, construidos alrededor de esa inquietud, pero no sabe administrarlos de la mejor manera.
Lo cierto es que se intenta jugar con la cordura o propensión a la violencia de Will cuando, inconscientemente, hemos elegido empatizar con él desde el principio, y apenas hay atisbo de sorpresa en su extremo comportamiento. "Yo también me comportaría así en presencia de mi ex-esposa con la que viví un pasado traumátic"o, no puedes evitar pensar.
Aún así, es el principio, con un acto de rutinaria pero precisa violencia desgajado del ambiente estilizado del resto, el juicio que hará que pienses en Will como un perturbado o como un hombre normal que hace lo que debe hacer. Piedad o brutalidad, ayuda a dibujarle como una persona resolutiva, con la clase de comportamiento que da el enfrentarte a un dolor intenso.




De hecho, es ese acto el que luego ayuda a ponerle en contexto frente a sus amigos, falsamente pulcros y bienpensantes, como más tarde demuestra un simple juego que su ex-esposa Eden y su nuevo marido establecen como diversión. Un juego que bajo una capa de aparente alegría esconde un poso de incomodidad.
Eso es lo más meritorio de la historia: la capacidad que tiene para sacar el misterio de lo ordinario, para ver fantasmas donde no los hay y para lograr que estemos atentos a cada mínimo detalle de la escena. Es una construcción sutil pero meticulosa, que logra el efecto de meternos en una situación que no parecemos controlar del todo.
Como si hubiera una telaraña perversa que no vemos por estar mirando al resplandeciente sol. Pero quizá notemos un hilo, o a la araña vigilando a su presa, por lo que nunca estaremos completamente tranquilos.

Por eso, es una lástima que el final no responda a este suspense fraguado cuidadosamente.
Cuándo se resuelve finalmente el puzzle, la imagen es menos estimulante de lo que debería: es el precio a pagar por jugar con la pelota del espectador y no saber devolverla.
Aunque no es menos cierto que, antes de que se pida una conclusión, hemos pasado horas en una atmósfera incierta, acosados por la poca consideración de unos amigos ajenos al dolor, vigilados por un asesino oculto a plena vista que confiesa sus crímenes con frialdad espeluznante, tentados por la sexualidad desinhibida de una joven desconocida. Y todo eso nos ha parecido normal.



Por eso, podría ser esto una defensa de la autocomplaciencia, la misma que siente Will por un pasado con el que se empeña en flagelarse placenteramente, frente a la negación de la pena, lo sugerido y lo extraño por parte de amigos que se van tornando desconocidos, cuando eligen no comprendernos.
Al final, entonces, sí era una reunión de viejos amigos: todos sabemos que estamos un poco locos, unos más que otros, aunque siempre acabemos mirando al que se atreve a decirlo en voz alta.

Nota: 5/10

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