miércoles, 28 de junio de 2017

Okja (2017), de Bong Joon-ho


'Okja' tiene un corazón tan blanco y almibarado que, si hubiera prescindido de sus aspectos más oscuros y desagradables, estaríamos hablando de una digna heredera de aquellas películas de "animalito con niño" que tan populares fueron en los 80.
Claro que Netflix ha sido más lista que eso y, en lugar de explotar una nostalgia por aventuras de antaño, utiliza esa misma nostalgia para hablar de problemas muy reales y actuales, libres de que esta historia tenga que encajar a la fuerza en un público de cartelera veraniega.

El foco empieza en el seno de la renacida empresa Mirando: en una antigua fábrica de negocio esclavista, su dirigente Lucy (tremebunda, gigantesca Tilda Swinton) exhibe un discurso bienpensante y espectacular, declamando la grandeza de un futuro super-ecológico, super-productivo y super-mega-fantástico que finaliza con la sentencia de que sus nuevos supercerdos sabrán "jodidamente bien".
A un corte de diez años después le sigue lo totalmente opuesto: una niña y un "animalito" en plena comunión con la naturaleza, disfrutando de una agradable tarde donde comen frutos de los árboles y se tiran por las cuestas de hierba.
No hay ni rastro del futuro que aquel anuncio corporativo del principio nos vendía, y tanto mejor que sea así.



El trato amable entre niña y cerda, transmitido en gestos y contacto, parece tener un toque de magia sencilla, imposible de imaginar en otro sitio que no sea esa montaña aislada en la que viven.
Pero la trampa de la nueva globalización es esa: hacer creer que la naturaleza tiene algún papel en algo, para arrebatárselo luego con ojos codiciosos e hipócritas declaraciones. Hasta la granja perdida de Mijo y su abuelo llegan las cámaras de televisión de Johnny Wilcox, famoso "naturalista" que se encarga de elegir al mejor supercerdo del mundo para llevárselo a la feria de Nueva York, y dar una triste cinta de condecoración a quien lo haya criado. No nos cabe ninguna duda de que Okja será la afortunada, porque se la ha tratado con sincero cariño siempre, y eso es algo que el propio Wilcox sabe que es imposible de falsear.
El abuelo de Mijo entonces equipara la pérdida del animal al rito matrimonial por el que pasó su hija: aquella recibió un cerdo de oro cuando pasó a ser una mujer, por lo que, para Mijo, desprenderse de esa supercerda debe ser algo parecido a dejar de ser una niña.
Pero, francamente, que le den a la madurez, piensa la niña.


La carrera por recuperar a su inusual mascota habla del mundo mejor de lo que lo haría cualquier otra cosa: fuera de su entorno, Mijo viaja a extrañas corporaciones que dicen adorar lo verde y tienen árboles con cables en sus vestíbulos, se encuentra con lamentables chupatintas que piden confidencialidad pero no se olvidan de su selfie reglamentaria, y colabora con grupos que dicen luchar por los derechos animales, pero que no dudan en utilizar sus ideales como armas arrojadizas para lograr sus fines.
El ridículo no parece tener fin, y solo sería divertido si no fuera tan jodidamente triste.
'Okja' habla sobre campañas de promoción concebidas como guerras, de empresarios corruptos que cubren pifias mercadeando sentimientos, de un público ignorante que no tiene problema en comprar más barato y fácil... quizá habla tanto porque nos puede poner subtítulos para que lo entendamos todo, mientras que nos recuerda que en la vida real siempre existe la barrera del lenguaje: una que, asquerosamente aprovechada, puede dar lugar a todos los convenientes malentendidos que cualquier "luchador de causas" necesite.
"¡La traducción es importante!" exclama el líder animalista Jay, y casi que acabas defendiendo esa opinión con su misma violencia, cuando vemos con nuestros propios ojos todo el mal que trae una contestación malinterpretada.


Acabo cansado de este tour mundial por horrores de la carne y la mentira, con una sensación de derrota contra la que es difícil hacer nada.
Pero es justo ahí cuando lo que esperabas ver demuestra para lo que vale en realidad: la peli de "animalito con niño" que hay en esto pide tener esperanza por el futuro, y ganas de preservar cosas tan especiales como ese vínculo irrompible entre Mijo y Okja.
Ahí está el verdadero e inesperado "regalo de Mamá Naturaleza", que gente como Lucy Mirando y sus colaboradores seguirán sin apreciar, por mucho que esté delante de sus narices.
Casi habría que dar gracias porque de algo tan bonito nunca se vaya a poder sacar beneficio económico alguno.

Nota: 7/10

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