sábado, 3 de agosto de 2013

Frances Ha (2012), de Noah Baumbach


La vida pasa y pasa, y al final, te puede acabar pasando por encima. 
Frances Haraway es una chica normal, de clase media, que sabe pasárselo bien, trabaja en lo que le gusta, amiga de sus amigos (sobre todo de su mejor amiga) y que no tiene mucha más preocupación en la vida que, como se suele decir, "ir tirando". 
Pero resulta que, llegado el momento, "ir tirando" no es suficiente. Resulta que la vida hace planes, y si no los haces tú a su vez puede haber problemas.
'Modern Love' de David Bowie. 
Como un mantra de la propia película, aquella canción que hablaba de amores apresurados, de metas a las que llegar y de decisiones que tomar suena incesantemente mientras Frances recorre las calles neoyorquinas, buscando que su mundo no se escape, corriendo para que el presente se quede un poco más. 
Y como en aquella canción, ella dice "no pienso caer en esto". No lo expresa explicitamente, pero en su diálogo, sus andares, su comportamiento vemos una niña que no quiere crecer. Que debe ocupar por fin su cáscara de mujer y le queda muy grande.

Greta Gerwig está deliciosa en sus detalles. Esta es su historia, algo muy obvio si se mira el título, pero no, fuera de secundarios adorno esta es la historia de su madurez. 
Los amigos dejan de estar ahí porque tienen novio, le recuerdan incesantemente lo mucho que lleva bailando y lo poco que ha conseguido... y ella responde que solo tiene 27 años, como si de verdad fuera una excusa válida en un mundo que, maldita sea, cambia demasiado deprisa. Un día puedes perder el tiempo y al siguiente te falta para llegar adonde quieres.


En el fondo, 'Frances Ha' no deja de reiterar esa idea de una sociedad que nos obliga a dejar nuestros sueños, a coger la salida más rápida y fácil, en definitiva, a dejar de ser quienes queremos para ser lo que los demás quieren que seamos. 
Tras las sonrisas de disculpa, tras todos los "lo siento" del mundo se esconden otras personas que se amoldaron a la colectividad y quieren que tú también lo hagas. Por eso Frances se erige como improbable heroína en ese mundo blanco y negro, que llena con un candor a prueba de bombas. Y quien se quiera sentir ofendido, que lo esté.
Razones no faltan: es una completa vaga que piensa poder vivir en su mundo de ensueño para siempre. Pero por lo menos no lo oculta y, mejor aún, lo celebra con una sonrisa. 
En contraste, vemos las lágrimas calladas de otras personas a los que la vida ha pasado por encima, o que no acaban de verse en el lugar en que querían estar. Frances da su consuelo a todos, porque sabe lo importante que puede ser una palabra de ánimo en el momento oportuno. Una palabra de ánimo que nadie parece considerar oportuno concederle a ella.


En muchos momentos su vida es de un patetismo arrollador: sus amigos son más ricos, tienen una vida solucionada, la dicen de llamar y nunca devuelven la llamada. 
Pero incluso en esos momentos (la increíble, por penosa, visita a Paris) resurge su espíritu optimista: hacer equilibrios en los bordes del Sena nunca tuvo tanto sentido, para aliviar las penas y luchar contra las lágrimas que se desbordan. Un pequeño momento de inocencia infantil entre demasiadas responsabilidades del mundo adulto.
Uno no puede evitar ver, aunque no lo parezca, una suerte de sonrisa quebrada en el rostro de Frances: la vida le ha pasado, sus amigos están a otras cosas y el baile se quedará como un 'hobby' lejos de profesión. 
Pero guarda un último atisbo de rebeldía ante esta sociedad gris, pidiendo más desafíos a su inagotable optimismo: no es solo otra 'Frances' en la etiqueta del buzón. Ella es 'Frances Ha'.



Como si esas dos únicas letras de su apellido guardaran el último centímetro de identidad que le queda ante el mundo. 
"Nunca caeré ante estos amores modernos" citaba David Bowie. Frances lo secundaba, pero se dio cuenta de que merece la pena caer si te levantas con más ganas de hacerle cosquillas a la vida.

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