martes, 25 de febrero de 2014

Her (2013), de Spike Jonze


¿Qué tal, como se siente? ¿se ve bien visto desde afuera, verdad? 
El amor. 
Probablemente nunca haya un mecanismo que nos fascine tanto como la compleja matemática que nos hace querer o dejar de querer.
Matemática es ser generoso. Porque ni es racional, ni se establece. 
Solo sucede, toma lugar, forma parte, a veces sin que nos queramos dar cuenta. Y de repente un día, esbozamos una sonrisa al recordar a esa persona reír. 
Química puede, pero es casi magia. Nos olvidamos de que es algo volátil, tremendamente frágil, y sin embargo guarda los momentos más felices de nuestra vida. 
Y entonces llega 'Her'. Lo que ya es complicado de expresar con palabras, un generoso Spike Jonze ha conseguido plasmarlo en imágenes.
En un futuro nada lejano, Theodore trabaja dictando cartas "hechas a mano". Poniendo en orden y bonitos los recuerdos de otra persona. 
Puede parecer algo monstruoso, pero en esta era de inmediatez, que hay más reconfortante que paladear sentimientos, no importa que no sean propios, tratar de capturar vidas en apenas un par de frases. Theodore es bueno en ello porque cree en los sentimientos del remitente.

¿Es que acaso nadie cree en sus propios sentimientos entonces? 
Dímelo tú, devorados como estamos en la marea tecnológica, que nunca hemos sabido qué es añorar a alguien porque una pantalla nos lo podía poner a nuestro alcance aquí y ahora, que vivimos en vastos páramos de vidrio y metal buscando establecer conexiones sin salir de ellos. 
Para mí, la tristeza es ver esto. La alegría es ver, sin embargo, que pequeños brotes de alegría por permitirnos ser nosotros mismos florecen aquí y allá. Vaya, este era el sabor agridulce, ligeramente amargo y a veces cálido de la vida.
Lo que rescatamos al final del día son risas, recuerdos y luz, no importa que sinsabores puedan haber ocurrido. Theodore también hace lo mismo. 
Y aquí ocurre el milagro: 'Her' va unos pasos por delante de mí. Porque yo quiero ver el romance de postal y bonito, pero ella se permite ser imperfecta. Terriblemente imperfecta. Cómicamente imperfecta. Melancólicamente imperfecta. Esperanzadoramente imperfecta. 
Nos hacemos daño, y seguimos riendo con la pátina del dolor en alguna parte de nuestra alma. Nos fastidia aceptarlo así, pero es cierto, y por eso cada momento de 'Her' está teñido de esa imperfección que solo puede transpirar de seres imperfectos como nosotros.


La relación entre Theodore y el sistema operativo Samantha apunta a eso mismo, a la dolorosa soledad de él y la atenta suficiencia de ella. Dos extremos perfectos. 
De repente, todo lo que era rutinario es especial. Con él, con ella. El mismo piso vacío no es una reclusión, sino un hogar. El insomnio no reviste reproches, solo secretos susurrados a media voz. Los extraños de la calle viven y respiran. Dejamos atrás la gris ciudad para perdernos en espacios abiertos, con el sol o la nieve cubriendo tardes de canciones. 
No necesito tener una razón racional para aceptarlo. El clip que sujeta la cámara del móvil de Samantha para que vea más allá del bolsillo me dice mucho con tan poco, una solución tan chapucera, tan imperfecta para llevar al otro a tu mundo. Simplemente se acepta, y si te hace feliz... ve por ello, dice la Amy Adams más agradecida de este año (en un alarde de buen gusto, solo amiga).


No cantaría las virtudes de esta historia si fuera así todo. 'Her' es, como ya era 'Donde Viven los Monstruos' respecto a la infancia, una dispersión de todos los temas a los que el amor apunta en su mezcla de locura, espontaneidad y ganas de cambiarnos, nosotros, nuestro mundo. 
Por suerte, tienen cara humana, Theodore, y nunca perdemos de vista su incapacidad emocional, mezclada con su bondad natural. De contrastes también se vive, y si la cita con una encantadora Olivia Wilde no deja claro quién es, si lo hace la sencilla respuesta a la pregunta de qué le gusta de Sam: "me hace feliz". Eterna ironía, perseguir el fantasma libre de definiciones, estados y fotos en redes sociales, dejando atrás a una persona que en el fondo sabes que es como tú. Y por ser como tú, ya sabrá como es el mundo y no podrás sonreír cuando se lo muestres. 
Su bloqueo emocional es el mío, es el tuyo, en algún momento de nuestra vida, cuando el amor nos obligaba a elegir, a temer, a recordar, y al final, a abandonar. Quizá creamos que estamos a salvo de todos esos conceptos tras una pantalla LSD, pero el ser humano siempre será así... imperfecto.


'Her' es de esos cantos a la vida. 
De los buenos, de los que dejan huella, porque detrás hay alguien siendo honesto. Sincero con que no sabe mucho más que tú de lo que te está mostrando, pero te ofrece su corazón. 
Y yo solo puedo agradecerle que me haya hecho sentir menos solo en este loco, cambiante y vasto mundo de personas como islas.

Podemos querer y ser queridos, gente. El resto solo quedará como ruido de fondo.

Nota: 9 / 10

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