lunes, 17 de marzo de 2014

Dallas Buyers Club (2013), de Jean Marc-Vallée


'Dallas Buyers Club' es la historia de una persona. 
Ron Woodroof, un hombre todoterreno, entregado a una causa sin pretenderlo, y a la vez redimido por ella. El antihéroe de toda la vida, vamos. 
Y que suerte contar con McConaughey para darle vida.
Toda la historia viene de él, o más bien habría que decir provocada por él. 
Por su lento despertar primero, por su firme determinación después. Si hay algo que ambos momentos comparten es su espíritu luchador, a cualquier precio, contra una enfermedad que ni él ni el país acababan de comprender del todo.

Porque no se olvida la realidad de miles de personas al que toda una sociedad ignoraba deliberadamente. 
Como son diferentes, merecen el castigo. Ron también piensa así, hasta que se ve arrastrado al mismo castigo y, vaya, piensa que a lo mejor no son tan diferentes. Su evolución personal es gloria: no es un cambio de carácter, ni siquiera de entorno, solo de mentalidad, con eso con lo que se pueden mover montañas.
Decide jugarse la libertad, la integridad y hasta el pellejo por algo que en el fondo le viene bien a él también, pero no nos engañas Ron: sabes que a no ser que alguien haga algo, nadie lo va a hacer, y tu mismo has palpado el miedo, la soledad y la desesperación que no son ajenas a ningún enfermo de sida. Y te ha tocado a ti porque solo tú tienes lo que hace falta. 
Esas agallas que se dejaba en la pista del rodeo, pueden aspirar a bastante más, a una feroz razón de vivir a las puertas de una muerte casi segura.


Vemos la timidez del país, acojonada ante la lucha de Ron, el tembleque de la industria farmacéutica, que no puede seguir ocultando que opta a un mal menor y deja acumular la basura bajo la alfombra. 
Ron tampoco está solo, como atestigua el fantástico Jared Leto en su papel de travesti Raynon, pero a la hora de la verdad, es él quien tiene que juntar las piezas de todo su equipo y seguir cargando una la cruz de una causa justa. 
Qué lejos aquellos días en los que solo bastaba ayudarse a si mismo, tu lucha ha pasado a ser la de todo un colectivo hasta ahora invisible, Ron.
En su intimidad, si acaso, percibimos la soledad de su empresa. 
"Pienso que lucho por una vida que no tendré tiempo de disfrutar". Lejos de ser un mártir, en esa frase hay un hueco por el que el común de nosotros puede identificarse con este cowboy que no se dejó tumbar. ¿Hay alguien que, luchando por una causa justa, vea el final alguna vez?



Su duelo en el rodeo es metáfora perfecta de toda su vida. 
Ahí, a lomos de un enorme búfalo, una cruda vida que se lo quería quitar de encima, y él, gesto adusto mediante, sin soltar ni una sola vez las riendas. 
Hay que agarrarse a la vida, ni que sea para comprobar que le queda muchísimo a esa hija de puta que darnos.

Nota: 8 / 10

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