domingo, 29 de diciembre de 2013

La Leyenda del Samurái: 47 Ronin (2013), de Carl Erik Rinsch


'47 Ronin' es desconcertante. 
Como si reflejara los múltiples problemas de producción que ha tenido, la película es un lío de sensibilidades, puntos de vista e historias en las que creo que su primerizo director, Carl Erik Rinsch, ha metido poca mano. 
Más bien Keanu Reeves, que buscaba un retrato fiel de los 47 ronin, y el estudio, que quería un '300' a la japonesa, han tenido mucho que ver y el resultado es desigual.

Su mayor problema es que nunca logra alcanzar cierta relevancia en ninguna de las dos vertientes. A la historia de los honorables samurais le falta tiempo y mesura, y a la historia poblada por brujas y dragones le falta emoción y sensación de aventura. 
Va dando bandazos entre ambas partes sin que ninguna de las dos llegue a cohesionar del todo. De hecho, casi podría decirse que la historia de Kai... podría haberse cortado completamente del metraje y a cambio nos llevamos una buena historia de samurais protagonizada por Hiroyuki Sanada en el papel de Oishi. Algo falla cuando pasa eso.
¿Por qué aprueba? 
Básicamente por esta segunda historia de Oishi. Joroba, si es que hasta su cautiverio durante un año, a pesar de ser criminalmente infrautilizado tiene más dramatismo y épica que ver como Kai se ha convertido en un chulo de barrio con peleas callejeras mientras tanto. Que me plantee por qué vuelve a por Kai tampoco ayuda. 
No hay ningún tipo de colaboración entre ambos, y son dos entidades separadas completamente por montaje y guión.
Millones de escenitas "ay-que-te-cojo-la-mano-ay-que-no" entre Kai y Mika, y cuando Oishi y su mujer comprometen su matrimonio por su juramento samurai voy con ellos a muerte. 
De nuevo, se nota que repetición no es igual a profundidad. Vaya, igual coger ACTORES en vez de modelos guapos influye.
Una pata coja pero llamativa es la parte fantástica del filme. ¿Nadie se ha parado a pensar que un villano plenamente sobrenatural habría sido mucho mejor que uno terrenal asociado a fuerzas inexplicables? 
Por no hablar de una Rinko Kikuchi que está literalmente enorme en la piel de una bruja, pero le sobra ser un pegote CGI y le falta metraje para que nos acabe de hechizar del todo. 
Los monjes demoníacos, su fascinante bosque y sus ilusiones revalorizan durante un momento tanto el filme que uno tiene la esperanza de que la cosa siga así. Mera triquiñuela para colar justificaciones argumentales.


Del samurái enorme del póster y el tipo tatuado mejor ni hablamos, que uno de ellos sale 2 segundos y en ningún momento llegan a representar nada importante.
Aunque algo a valorar es que se intenta perdurar el sentido de sacrificio de los 47 ronin, y es algo que aplaudo cuando de Hollywood hablamos. 
El honor de su situación pesa más frente a la muerte, como bien queda claro en la determinante actitud de Oishi. Si tuviéramos que leerlo en la cara de pasmo de Kai mal vamos.

En definitiva, una bonita postal, tanto de paisaje como de espada samurái. 
Una historia, que queriendo ser épica, grandilocuente, íntima, pero fantástica, y también romántica acaba por ser un mejunje insípido de todo.

Nota: 5 / 10

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