miércoles, 24 de febrero de 2016

La Verdad Duele (2015), de Peter Landesman


Él sigue intentándolo.
Impasible ante el desaliento, monolítico ante voces contrarias.
Olvidando que sus mejores interpretaciones vienen cuándo precisamente ni lo ha intentado.

Will Smith quiere su Oscar. El que por derecho le pertenece, por algún motivo, por ser de la realeza de Hollywood.
¿Su plan de acción?
La biografía tristona e insoportablemente inflada de un médico nigeriano que descubrió los peligros de dedicar una vida al fútbol americano, y se topó con la liga del propio deporte y su propio país pidiendo su cabeza.

Lo que podría haber sido un interesante hecho real, todo al servicio de que Will Smith ponga morritos y se pasee por la pantalla como alma en pena, gritando mucho cuando el guión lo requiera.
No solo se trata de una historia morosa, y horriblemente aburrida, sino que carece de ningún tipo de asidero emocional. Tal cuál está, es lo mismo leer el artículo en el que se basa que ver esta película: simplemente dirás "ah, qué curioso".
Si no eso no es el total fracaso de la narrativa, del presentación-nudo-desenlace, no sé que puede serlo.

Pero menos mal que estoy yo aquí, debió pensar Will. Sí, menos mal que está él aquí, un actor que no se parece en nada a la persona que está representando más allá del color de piel.
En sus manos, los muertos son sometidos a un último tratamiento de jazz suave, mientras él les pregunta que qué tal lo llevan. También es el único de su hospital que es capaz de luchar contra un jefe de sección cejijunto y mohíno, que le dice que no debe tocar el cadáver de sus jugadores de fútbol. Eso sí, la ayudante florero con trencitas de colegiala que no falte, dando la razón al DOCTOR Omalu.


Será él quien se enfrente a toda una liga que no comprende su grandeza, mientras le dice a la barriga embarazada de su esposa que hable con Dios para decirle que solo intenta hacer cosas buenas.
¿Esposa? Sí, porque solo el DOCTOR Bennett Omalu sería capaz de, iluminado por la gracia divina, acoger a una mujer en su casa con la que se casará casi literalmente a los veinte minutos. No solo un personaje postizo, sino la voz de la razón que le dice que por pertenecer a una tribu africana que significa "el que permanece con la verdad" (o alguna cosa así) tiene que permanecer defendiendo su tesis, ¡qué casualidad!
El DOCTOR Omalu aparecerá así, con su aire tristón, en cada entrenamiento futbolístico que se le presente, sin permiso ni nada, solo para que veamos como él es la voz (y los morritos) de la razón frente al borreguismo americano.

En su momento de mayor gloria, el que deja claras cuál eran las intenciones de su director y actor, el DOCTOR Bennett Omalu expone su tesis, en un plano que solo subraya la cantidad de gente que hay en el plano, nunca su expresión, dejándonos claro que juzga a toda América.
Inconscientes, inútiles de nosotros, que no hemos sabido ver su grandeza. Casi parece que hubieran montado un estrado típico de los Oscar y después lo hubieran borrado con posproducción, para que Will se lo crea más.


Finalmente, el DOCTOR Bennett Omalu asciende al cielo de los americanos, en pleno éxtasis académico redentor de la Humanidad.
O al menos eso le gustaría creer a Will Smith que pasa.

Qué triste transformar un hecho real en una oda a tu ego, pavo.
Por cierto, si repito mucho DOCTOR Bennett Omalu no se alarmen: similar número de veces lo dice su protagonista a quien quiera escucharle, incluso a un cartero que pasaba por allí.
Que qué culpa tendrá él, pues sí. Tampoco nosotros tenemos la culpa de que no te hayan nominado, Will.

Nota: 2/10

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