martes, 11 de octubre de 2016

Luke Cage (2016), de Cheo Hodari Coker


En la genial intro de esta serie se presenta una curiosa imagen: el cuerpo de un hombre donde se proyectan distintas calles y avenidas del barrio de Harlem, casi como tatuajes que llevara marcados en la piel, que forman parte de su esencia tanto como él de la suya.
Es justo esa idea la que se establece y se desarrolla a lo largo de los trece capítulos que la componen, porque Luke Cage es el primer héroe de clase obrera con conciencia social. Para él, no importa tanto dar su merecido a los villanos, como despertar a su gente para que dejen de aclamarlos como ídolos.

Una idea que ya estaba en la raíz 'blaxploitation' del cómic original, y que esta nueva versión ha tenido el buen gusto de transplantar a un S.XXI que sigue igual de convulso: ya no hay un Harlem rugiente y ansioso de probarse a si mismo, pero el racismo y la delincuencia siguen siendo problemas de la comunidad negra.
Y justo esa es la palabra clave, "negros". En un movimiento que honra a sus creadores, esta es una serie que elige pasar amablemente por la izquierda de la corrección política, y llamar a las cosas por su nombre, a sabiendas de que de cualquier otra manera se perdería el impacto que busca conseguir (y que ya era parte del espíritu del original). O en otras palabras, no hay miedo ninguno a señalar que en cuestión de temas raciales sigue habiendo un claro sesgo de la opinión pública cuando se habla de negros, fomentado por comportamientos puntuales de los cuatro cretinos que hacen más ruido, mientras no se le presta atención a los actos sencillos de los que prefieren mantener una buena convivencia.
Uno de estos últimos sería Pops, el humilde barbero de Harlem que da cobijo y trabajo a Luke Cage, y del cual vemos pronto que es la clase de hombre que ve más allá de lo elemental, aunque no sea fácil: para él, que los jóvenes vengan a pasar el rato en su pequeño rincón del barrio es una oportunidad para que no se metan en líos, más que un simple gesto de buena voluntad. Es la clase de comportamiento desinteresado, de hombre consciente de tener más responsabilidad de la que aparenta, que su influencia se deja notar en toda la serie para que Luke coja el testigo de su silenciosa cruzada.
El clásico un gran poder conlleva una gran responsabilidad, solo que esta vez aplicado a un hombre que preferiría ocultar ese poder y que no siente la responsabilidad de tener que ser un icono para su gente, aunque sea el único que puede hacerlo.


Personas como el mafioso Cottonmouth o la concejala Mariah Dillard no van a ser ese icono, ese lugar corresponde a alguien conectado a la realidad a pie de calle. Ellos, como cualquier político, solo están pensando en el dinero, el negocio y el mantenimiento de ambos pese a los que puedan negarse a su influencia. No es algo especialmente novedoso, pero sí lo es para una serie, en principio, "de superhéroes": mostrar que el poder, la corona de la que en algún momento habla Cottonmouth, siempre aguanta su peso en cabezas podridas por ambición que nada piensan en los que dicen apoyar y a los que las masas aclaman por desconocimiento, convencimiento o pura ignorancia.
En un barrio que lucha día a día por sobrevivir, qué sentido tendría no estar con los únicos que han logrado sobresalir de él, aunque no sea con los mejores métodos. Justo entonces es cuando llega Luke Cage, y aunque al principio sus intereses están lejos de ponerse en medio, poco a poco queda en evidencia que es la única persona capaz de plantar cara: con integridad suficiente para negarse a manipulaciones, con valor necesario para no dejar que nadie le pise, y con piel indestructible para hacer rebotar las balas. Todo ello son superpoderes en ese contexto.

Por si no fuera poco el interesante dilema que analiza las consecuencias de ser un héroe público, con cara reconocible, la historia se guarda un interesante as en la manga, en forma de doble enfrentamiento con los poderosos: si la primera mitad de la serie elige centrarse en una "pelea de gallos" donde gana el que más honestidad esté dispuesto a poner en Harlem, la segunda mitad toma el camino difícil, en forma de manipulación política de la situación de "héroe de barrio" de Cage, para lograr pintarle como el mismo tipo de amenaza que él está tratando de combatir.
Y, como interesantísimo añadido, la gran pregunta: ¿es el hombre imbatible realmente imbatible? El pasado de Luke Cage, aquel en el que solo le conocían por Carl Lucas, también acabará haciendo acto de presencia, solo para dibujar a un hombre triste y solo que, por azares del destino, se volvió aún más triste y solo gracias a su piel impenetrable. La diferencia es que él continuó luchando desde entonces: para ser un buen hombre, un buen amigo, y en última instancia un buen icono en el que la gente se ve reflejada. "Siempre hacia adelante" dice Pops, y Luke lo toma al pie de la letra.
Cottonmouth y Mariah Dillard también tuvieron sus propias historias, y es logro absoluto de esta serie no demonizar a sus villanos con ellas, pero la diferencia es que ellos nunca avanzaron hacia adelante, sino que siempre se llevaron a gente por delante.


Digámoslo claro: ‘Luke Cage’ no es de los mejores ejemplos superheróicos en un audiovisual plagado de ellos.
Pero si es uno de los más diferentes, originales y carismáticos que vas a encontrarte. El mérito es de Netflix, sacando a estos personajes de la oscuridad, de dónde nunca van a conseguir su propia película, dándoles su propia voz, su propia tragedia, y haciéndolos relevantes a día de hoy.
Atrévete a perderte en un Harlem de forzudos duros como el diamante, intrigas políticas o criminales y mucha conciencia social. Lo menos que puede pasar es que te encuentres con un superhéroe que no esperabas encontrar.

Nota: 7/10

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