martes, 24 de febrero de 2015

Birdman: o la Inesperada Virtud de la Ignorancia (2014), de Alejandro González Iñárritu



Nunca pensé que el hombre de las mallas pudiera volar.
Los otros niños sí, y el público, y el mundo entero también. Eran otros tiempos, cuándo la gente en mallas andaba por la Tierra (¡por la realidad!) y nos sentíamos bendecidos porque ellos estaban allí para salvar el mundo, las veces que fuera necesario. Ahora es diferente, ahora tenemos estos universos, estos grupos de gente extraordinaria, y la era dorada está olvidada. Así como los hombres detrás de aquellas máscaras.
Nunca pensé que el hombre de las mallas pudiera volar, pero... ¿pensaba él lo mismo?

'Birdman' cuenta la historia de un hombre con problemas para comprender que la mejor parte de su vida ha terminado y nunca volverá, pero también tiene algo de opinión sobre este mundo donde esperamos a superhéroes que nos salven, tanto de demonios externos como de los internos (los más aterradores...).
Creamos estos increíbles relatos de gente con poderes que lucha por salvarnos, pero nunca les dejamos donde pertenecen, en las páginas de un cómic donde podemos ver que no son reales, no. Les dejamos entrar en nuestra realidad, porque nadie necesita más charla depresiva sobre simples humanos. Queremos ser mejores, más grandes, más trascendentes.
Luchamos por trascender.



La mayoría de nosotros sabía que es una fantasía, que cuando las luces se enciendan debemos salir a nuestras mundanas vidas. El hombre en mallas, sin embargo, se pasa el día en un uniforme colorido, haciendo casi exactamente las mismas cosas que parece que está haciendo (ah, los efectos especiales), sintiendo la admiración del público, y teniendo el mundo a sus pies.
Ha escapado de la banalidad, y se siente un dios. Lidia con eso sin sentirte algo chiflado.
Y luego, lidia con tu "integridad artística", que quiere hacer algo "memorable" en la "historia del cine". Lidia con no volver a ser ese dios, porque el cuerpo no perdona y los abdominales dionisíacos flaquean con el paso de los años.
Michael Keaton, el caballero oscuro de otro tiempo, ha vivido todo eso, y por eso esta historia es su biografía en carne viva. Sin sentimientos reprimidos, sin ataduras, sentimos su desesperación porque él la sintió en su día, en no ser más el hombre del momento, porque pasó a ser George Clooney (y más tarde Christian Bale).

"No... no existo... ¡no importo nunca más!" dice en boca de otro personaje. Y la ironía es que eres un hombre de nuevo, Michael Keaton, o Riggan Thompson (tanto monta...).
Tratando de actuar como si hicieras algo importante, recogiendo los pedazos que se caen y rompen, luchando cada día por eso llamado sueños. Luchando por importar, como todo el mundo.
El verdadero triunfo sería darse cuenta de que, una vez amado, una vez experimentado lo mejor que la vida puede ofrecerte, esa vida nunca será la misma. El resto es solo caos y fama, la prima bastarda del prestigio.
La Inesperada Virtud de la Ignorancia es pretender no saber eso, siempre tratar de ser amado de nuevo. O fingir que eres todavía ese dios que fue amado.


Nunca pensé que el hombre de las mallas pudiera volar.
Pero él sí lo creía. Y todavía lo cree, no importa si es pornografía cultural, aunque ahora esté recitando las inmortales (aburridas) palabras de Raymond Carver.
Él era amado. Más de lo que jamás lo volverá a ser.

Nota: 9/10

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