sábado, 6 de abril de 2013

Un Amor entre Dos Mundos (2012), de Juan Diego Solanas



Siempre es meritorio sacar adelante una película, sobre todo si tiene un concepto semi-original y encima es tu ópera prima. 
El problema de Juan Diego Solanas es, en realidad, que la historia tiene realmente poca chicha como para justificar el despliegue, y, aunque no es ni de lejos un "Avatar" (todo efectos y guión sobadísimo), da rabia que la cosa se quede a medio camino.

"Un Amor entre Dos Mundos" presenta, como bien dice su título, dos mundos paralelos arriba y abajo, unidos por una única torre que parece vigilar ambos, la torre de 'Transmir', la empresa líder en tecnología y avances médicos. No vamos a entrar en temas de atmósfera, gravedad, rotación.... etc, etc, si ese entorno me lleva a donde me quiere llevar todo bien. 
Adonde me quiere llevar es a la historia de amor entre Adam y Edén (facilona elección de nombres por otro lado), un hombre y una mujer cada uno de un mundo alterno que, tras un evento en el pasado, se volverán a reunir y deberán luchar por su amor.


El tema del amor contra el entorno, sobre todo en este entorno, deja imágenes y escenas curiosas, porque el director no para de jugar con las perspectivas (una escena a la luz de la luna), pero el problema es que no hay verdadero corazón en la epopeya. 
Los amantes huyen de sus perseguidores, y uno no puede dejar de preguntarse por qué siempre hay gente dispuesta a perseguirles, pero también, casi el certificado de muerte de la película, por qué ellos se quieren y arriesgan tanto. En ningún momento tenemos las cosas claras respecto a su relación, y el director da más importancia de lo que parece a un suceso pasado, que debería marcarnos a nosotros igual que a ellos, pero no lo hace. 
Lástima de oportunidad desperdiciada, la verdad, porque hay momentos que si parecen tener suficiente pasión y anhelo (cada uno soñando con el otro).


Equivocadamente, la película hace de su trama principal aquella, cuando lo verdaderamente interesante está delante de los ojos: el mundo de arriba es rico y el mundo de abajo es miserable. Muy obvio, pero da lugar a interesantes lecturas. 
Cuando Adam se encuentra en el mundo de arriba, todo se hace más brillante y disfruta del lujo y la comodidad, pero en su interior, sabe que tendrá que volver al mundo de abajo otra vez, que es un impostor y siempre, de alguna manera se sentirá así. 
El café "Dos Mundos" en que sus protagonistas se encuentran es una puerta abierta entre los dos: un lugar majestuoso pero tambien antigüo y estropeado, soñando con épocas mejores pero orgulloso de haberlas dejado atrás, como nos habla ese bello tango que suena de fondo. Se elige ambientar, muy sabiamente, las mejores escenas allí. 
En esa dualidad arriba/abajo, muy de ciencia-ficción, está el sustento de la película, y beneficia a la historia de amor, pero al final acaba siendo más interesante (y claro, espectacular) que ella.


Da pena, porque es una película con buenísimas ideas visuales cuyo argumento acaba progresando a marchas forzadas. 
Pero aun así, merece la pena por ver que aun quedan conceptos novedosos en la ciencia-ficción y directores valientes para llevarlos a cabo.

Nota: 6 / 10

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