viernes, 1 de marzo de 2013

Malas Tierras (1973), de Terrence Malick


Al final, el misterio del título permanece. 
¿Malas tierras para la alegría, los sueños y el incorformismo? ¿O simplemente territorios que presumiendo de permisivos no lo son en absoluto?
Dos jóvenes, que a su edad ya tienen vidas delimitadas, motas de polvo en el inmenso desierto americano, esperando quizás a morir solos con la tarta de boda en la nevera. 
Uno, James Dean de saldo con facilidad para el gatillo, la otra, jovencita poco avispada soñando con su príncipe azul. Hay mucho de estupidez y de inmadurez en su huida hacia ninguna parte, pero también hay una búsqueda: trascender, huir de si mismos y su apatía.

No es que la suya sea una relación "normal" tampoco. 
Con momentos de abuso y otros de cariño absoluto, uno se pregunta cuan lejos podrían llegar de lo que ya han llegado. En el fondo, ambos están descubriendo por primera vez una forma de ver la vida con la que hasta ahora no contaban (él, la inocencia, ella, la dureza) a la cual la perspectiva de amantes fugados les da mucho más de lo que habían tenido. 
Es imposible saber si se quieren a si mismos, o por el contrario quieren la ilusión que cada uno tiene en el otro. Nat King Cole canta que el sueño ha terminado, así que la segunda opción es la sospecha más firme.

Resulta fascinante ver el retrato de la América profunda a través de los ojos de Holly: ella no sabe nada de los agricultores que viven en una destartalada cabaña, o los ricachones que están en sus palacios de mármol servidos a cuerpo de rey. 
Trata a cada uno por igual mientras su pareja les apunta, porque solo sigue siendo una niña que apenas conoce que es ganarse la vida. Igual que en la infancia, cuando ella dice que el juego acaba, se acabó.
Creo que Terrence Malick sigue estando más cómodo cuando busca nuestro lugar en el universo que cuando trata de analizarlo a través de dos adolescentes en fuga. Su bella poesía de cielo y tierra engrandece un relato como este, pero nunca lo dota de más.


Lo único que hace, aunque no es poco, es dejar bien clara una cosa: ellos por lo menos se divirtieron, es más de lo que puede decir mucha gente.

Nota: 8 / 10

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