viernes, 8 de marzo de 2013

Oz: Un Mundo de Fantasía (2013), de Sam Raimi


No puede haber dos películas más iguales en forma y más distintas temáticamente que la primera Oz y su precuela. 
'El Mago de Oz' puede ser el cuento infantil que un niño querría escuchar, 'Oz: Un Mundo de Fantasía' es un relato sobre las pasiones humanas que un adulto querría conocer, las cuales acabarían dando lugar a ese mundo fantástico.
La historia comienza con Oscar 'Oz' Diggs, un mago charlatán y timador, itinerante de un pueblo de Kansas, que posee un espectáculo algo cutrón pero efectivo. Es genial que lo presenten como alguien a quien su caradurismo ha proporcionado una buena vida, pero también le ha acabado alejando en realidad de muchas cosas, quizá las más esenciales (ojo a un cameíllo) y también le mete en problemas serios muchas veces (ojo al momento con la niña). 
Raimi utiliza el inicio en blanco y negro del original como una excusa en esta, para dar un pequeño vistazo, lejos de artificios, del corazón de esta película: un hombre que no quiere conformarse ante la mediocridad imperante, aunque él mismo sea parte de ella. 
Además, el director se muestra enamorado por las formas primigenias de entretenimiento, como ese espectáculo de magia que parece que nos hace al público en 3D o los créditos "retro" muy agradecidos.


Luego llega a Oz, claro, y la pantalla se llena de colores y criaturas sorprendentes, pero cuando amenaza con resucitar el fantasma de 'Alicia' de Burton llega la sorpresa. 
Se apoya en los personajes, no tiene miedo de convertir gran parte de la película en un curioso lío de faldas, con James Franco en medio. Todo lo que sucede parte de una reacción del embolado en que se mete Oscar, y no acumula simplemente escenas de acción porque sí. 
Las brujas esta vez no tienen tan claros sus bandos entre buenas y malas, y eso es lo que quiero ver cuando me hablan de un cuento más maduro. Sin querer queriendo la historia acaba tanteando terrenos más oscuros que su predecesora, y lo mejor es que hace de Diggs un capullo integral que tiene que aprender a medir las consecuencias de sus actos.


Su dilema como el gran mago que todos dicen que es y su propia vanidad le da al personaje una nueva dimensión, todos dependen de él y él quiere que sea así, pero no tiene la más mínima idea de complacerles, aunque puede hacerlo, si lo intenta. 
El lamento de la Chica de Porcelana (maravilloso personaje) le recuerda a otro lamento que en su día no pudo callar, por eso tira de ingenio y soluciona problemas como puede. Y Danny Elfman sonando, emotivo se queda corto.
Lo de las brujas es otro nivel. 
Tener a tres bestias pardas como Kunis, Weisz y Williams no es cualquier cosa, y la verdad es que las tres hacen un muy buen trabajo, bajándolas un poquito de su condición mítica de la película de Victor Fleming y demostrando que todas tenían sus motivos de peso para ser como son. 
Ojo a Michelle Williams y su perfecta recreación de los gestos de la Bruja Buena original, aunque el duelo de manipulación entre Rachel Weisz y Mila Kunis es lo mejor de la cinta, aparte de columna vertebral de todo el argumento.


Creo realmente que el único problema de la película es que existe otra historia hecha hace 80 años que por narices tiene que encajar detrás de ella. Eso lleva a un final coherente, pero pelín insatisfactorio, porque algunos personajes se quedan a medio camino de sus problemas y motivaciones. 
Aun así, y aunque forzando un poco el toque Disney al final, se guarda algún que otro guiño muy sutil a futuros/pasados referentes (hay que estar atentos cuando las lágrimas caen y queman las mejillas de cierto personaje...)

Es significativo que, tras esta película, nunca pueda volver a ver al gran Mago de Oz y la Bruja Mala del Oeste de la misma manera que hasta ahora. 
Como también lo es el hecho de que, hasta ahora, no había pensado que incluso en un mundo fantástico la maldad puede anidar en el corazón de alguien y las heroicidades se te pueden ir de las manos al querer enmascararlas.

Nota: 8 / 10

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