sábado, 23 de febrero de 2013

Spring Breakers (2012), de Harmony Korine


Muchos guardianes de la verdad dirán lo mismo.
"Esto no es una película, la protagonizan cuatro tías en bikini, las del Disney Channel, solo va de fiestas y desfases, bla, bla, bla"... algo de razón tienen, pero quedarse en la visión simplista de 'Spring Breakers' sería un insulto al viaje que propone.
Harmony Korine esta vez no toca ningún mundo marginal y en vez de eso nos mete de lleno en el "spring break", un mundo alejado del nuestro, donde prima la imagen y las sensaciones por encima de todo.
La película tiene un montaje a prueba de empatías. No simpatices con nadie, no tomes partido por nadie... esto, que sería gran desventaja para cualquier otra película, aquí parece la única forma de poder contar esta historia.
El vacío existencial, repetido una y otra vez, envuelto en luces de neón y situaciones excepcionales. Todo lo que cuentan es fiesta pura, y sin embargo el espectador no puede sentirse más triste al respecto. Puede que la banda sonora de Cliff Martínez tenga algo que ver, pero vamos a ser malignos y a pensar que Korine quiere que nos sintamos mal porque no nos han invitado.
Porque esa es otra, pese a lo efímero que es todo, el espectador no puede sino pensar que qué lástima no estar allí. No importa el sin sentido visto desde fuera, el juego consiste en colapsarte lo suficiente los sentidos dentro para evitar pensar en el mundo que casi siempre dejas atrás.
Faith, podría decirse que la protagonista, tiene ese mismo dilema, el conocimiento de un mundo alejado de sus problemas, como una fe que ya ha perdido entre juegos estúpidos.
Necesita perder la cabeza, y el coro griego en forma de sus amigas le exponen la mejor razón para hacerlo: sin reglas, sin excusas, sin límites.
Es irónico que hable con su abuela sobre lo mucho que la gustaría verla allí con ella, todo el mundo sabe que con adultos se acaba la diversión. No veremos ninguno en toda la película, están ausentes, nunca cogen teléfono.
En su propio país de las maravillas, irrumpe el mundo real para recordarlas algo tan mundano como que no hay crimen sin castigo.
Pero no va a perder la Ciudad Esmeralda a sus Dorothys particulares, así que aparece Alien (demostrando que James Franco está como una puta cabra, y a mucha honra), el trovador de sonrisa plateada venido de otro planeta, que habla a sus recién adquiridas gatitas sobre lo mucho que tiene y lo bien que se lo pasa. Si tan bien se lo está pasando, no debería repetírselo una y otra vez a nadie, pero lo hace.
Alien a partir de ahí vive su propio sueño: cuatro mujeres-niña que le ríen todas las gracias y hacen todo lo que diga. Como él mismo dice "mi año de suerte".
Ya todo queda más claro: la diversión no puede existir sin la destrucción.
El "Everytime" de Britney Spears se convierte así en el 'leitmotiv' de toda una generación, que ha llevado tan lejos su ansia por pasarlo bien que solo encuentra el tope en el caos. Todo parece ser un juego (con disfraces incluidos) pero la realidad puede salir a flote del modo más tonto posible.
La pérdida se retrata dura, pero a la vez es tan atrayente el "sueño americano" que no dura mucho la pena. Incluso alejándote del peligro, te sientes mal por haberlo dejado atrás, considerando si podrás vivir sin sus misterios.
Cada uno vivirá "Spring Breakers" a su manera y según sus códigos. Lo único que se puede dejar claro es que se trata de un viaje impresionante, del que vas a acabar volviendo.
La otra alternativa es quedarte como Alien, recorriendo el camino de neón violeta a su aparente felicidad, camino al sueño y sin alcanzarlo nunca.
Un último plano, el único que muestra algo de sentimiento, parece un beso de buenas noches.
El sueño ha terminado.

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