sábado, 23 de febrero de 2013

The Master (2012), de Paul Thomas Anderson


No es fácil enfrentarse a 'The Master'.
Al igual que el maestro Lancaster Dodd brillantemente interpretado por Phillip Seymour Hoffman, primero fascina, después hace sospechar y finalmente envenena la fascinación primera.
Es una película que hipnotiza con la imagen y anticipa con el sonido, a la vez que no tiene problemas para exteriorizar sus ideas más profundas, siempre sin mostrar claras sus cartas.
Como si fueras parte de La Causa, tu también creerás que el viaje en el tiempo puede sanar las heridas de una sociedad dañada, pero tambien llegado el momento pensarás que no todo lo que te ha contado el gran padre es cierto.
Una recreación magnífica de los años 50 (y los colores... qué colores) nos pone en situación y nos va ganando la partida con la sabiduría visual de Anderson: no es casual que el primer encuentro de Freddie Quell, protagonista, sea en alta mar, en un barco que parece isla paradisíaca.
Ese es el otro lado de la línea. Freddie Quell.
Un borracho, casi drogadicto, vagabundo sin esperanzas por los horrores de la gran Guerra. Ni el dulce amor de una muchacha le permitirá redirigir su vida.
Pero si una causa por la que luchar, con la que casi tropieza por casualidad, y en la que el gran patrón Lancaster le acogerá como el hijo del que nunca ha tenido admiración.
Las suyas son las primeras palabras amables que recibe tras varios varapalos, la primera vez que alguien le necesita por algo que solo puede hacer él (ese brebaje que parece inventarse cada vez que lo hace).
Nadie le puede reprochar que se sienta querido y aceptado en esa comunidad, y que en sus ansias de encajar se fuerce a ver cosas donde no las hay, como los ojos negros de Amy Adams. Se convertirá, sin querer queriendo, en el brazo vengador de Lancaster.
La relación padre-hijo entre los dos es razón de ser de la película.
Uno, padre con muchos hijos, y otro, hijo sin padre. Su unión parece totalmente designada incluso antes de su encuentro, porque al fin y al cabo, Quell solo es la versión descarriada, con más facilidad para mostrar sus desengaños, de Lancaster.
La sociedad quiere a uno por lo mismo que desprecia a otro, solo que Dodd tiene más supuesta credibilidad porque exige respeto por sus creencias, que en el fondo no sirven para otra cosa que no sea conseguir los mismos objetivos de Freddie (algo que queda patente en el baile de la comunidad).
Al final, padre e hijo se encuentran y se miran a los ojos, sabiendo cada uno que el otro toma un camino donde no se le puede acompañar.
¿No es eso lo que pasa con todos los hijos, que transforman en parodia lo que sus padres hacían?
Después del desengaño, solo queda volver a las primeras creencias, las más simples que se tenían en tiempos de "inocencia" (cualquier tiempo pasado fue mejor).
Solo esas son las únicas que no han sido corrompidas por el hombre y sus ansias de control.

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